
Todo apunta, y eso es lo que creen los testigos, que se trata de la abuela del autor, Nicolasa. Es precisamente a ella a quién vio de niño Zorrilla, en esa habitación clausurada, según las palabras del propio autor. Aunque no supo hasta cumplir los doce años que se trataba de ella, ya que nunca la había conocido. Un retrato de ella reveló que era su abuela la que había visto y la que le había acariciado el pelo. Zorrilla está seguro de haber vivido esta experiencia, ya que recordaba las caricias y las palabras de su abuela diciéndole: “Soy tu abuelita; quiéreme mucho, hijo mío, y Dios te iluminará.”
Los testimonios cuentan que el supuesto fantasma de la abuela no es malo si no travieso y se dedica a abrir las puertas las veces que haga falta hasta que se canse el trabajador que se empeña en cerrarlas. Tira espejos, y mueve floreros. Además mantiene en forma al guardia de seguridad que tiene que ir a apagar las luces del inmueble unas cuantas veces por noche.
Otra estancia de la casa que parece estar rodeada de misterio es “el cuarto oscuro”, en el que seguramente se encerraría con cierta frecuencia al pequeño Zorrilla.
Todo razones de peso para ir a visitar ese emblemático y misterioso lugar situado en Valladolid, ciudad natal de José Zorrilla. ¿O son más bien razones para dejar de ir, no vaya a ser que tengamos que compartir paseo con un la abuela Nicolasa...?
Hacer constar que actualmente se está rehabilitando la habitación para ser incluída de nuevo en el recorrido del museo, lo cual ocurrirá en próximas fechas.